domingo, 16 de octubre de 2011

Capítulo: 5

- ¿Habrá cobertura?
Cogí el móvil pero no me marcaba ni una sola barra. Encendí el ordenador para ver si tenía Internet pero tampoco había.
- ¿Qué? Esto es imposible. Tengo el módem aquí al lado...
Las ventanas golpeaban mis cristales. Hacía mucho viento. Fui a cerrarlas y vi que fuera había una gran tormenta torrencial.
- No puede ser... Pero si hace cinco minutos hacía un Sol que se caían las moscas. Algo raro está pasando aquí y no me gusta nada.
Me volví a tumbar en la cama con mi Ipod, ya que al parecer con él sería con el único que puedo escuchar música al menos por el momento.
- ¡No tiene batería! ¡Pero si lo he cargado esta misma tarde!
De repente las luces empezaron a parpadear rápidamente y los truenos junto con los rayos empezaron a aparecer. Yo me estaba asustando. Pensé que lo mejor era bajar al salón con mis padres y mi hermano para pasar junto a ellos ese momento y tranquilizarme.
- ¿Papá? ¿Mamá? -dije.
No contestaba nadie.
- ¿Diego? ¿Hay alguien?
Seguía sin haber respuesta alguna. Quizás se habrían marchado a dar una vuelta pero, ¿sin decirme que si quería ir con ellos?, no creo. Además está lloviendo.
- Voy a esperar a que vuelvan aquí viendo alguna peli...
Encendí la televisión. No había señal. 
- Mierda. La tormenta ha roto la antena.
Cogí el teléfono para llamar a mis padres haber dónde estaban pero no había línea.
- ¿Pero se puede saber qué está pasando aquí?
Alguien tocó el timbre. Fui a mirar por la mirilla para ver quién era. No se le veía la cara a esa persona... Llevaba un poncho negro para la lluvia y la cabeza baja. Iba muy encorvada y no paraba de tocar el timbre. Yo seguía mirando para ver si por una casualidad levantaba la cabeza y le podía ver el rostro. De repente gritó tan fuerte que me taladró los oídos. Los rayos y truenos aumentaron su ruido y esa persona levanto la cabeza. Era el rostro más terrorífico y putrefacto que podáis ver en vuestras vidas. Grité.

Cerré los ojos lo más fuerte posible y me tapé los oídos. Subí a mi habitación, me encerré en ella y gritaba que todo eso parase ya.
- Sandra cariño, ¿qué te pasa?
Abrí los ojos, era mi madre.
- ¡Mamá! ¡Por fin todo ha pasado!
- ¿De qué hablas hija?
- De todo lo que ha pasado mamá... Ha empezado una tormenta torrencial de repente y... Y no había cobertura ni Internet, tampoco había señal en la televisión ni línea telefónica. Vosotros no estabais en el salón y todo se tornó oscuro y ruidoso. Alguien llamó al timbre y era una persona putrefacta y oscura...
- Sandra cariño, estás cansada, habrá sido una pesadilla. Tranquila.
- No mamá, no era un sueño, lo juro. He bajado y todo. 
- No, Sandra. Has estado aquí todo el rato. 
- Pero mamá tienes que creerme...
- Sandra, descansa.
Mi madre salió de la habitación y me quedé sola. ¿Cómo que era todo una pesadilla? Era real... 
- ¿Pero qué...?
Miré el Ipod por su parte trasera. Tenía algo grabado. Una palabra: "Volveré".

miércoles, 12 de octubre de 2011

Capítulo: 4

Nos dimos un abrazo bien fuerte y algo más duradero que uno normal y corriente.
- ¡Sandra! ¿Dónde estás? ¡El autobús está esperando a que nos subamos! -oí gritar a mi madre desde dentro.
- Tengo que irme…
- Espera Sandra. Dame dos minutos.
- Rápido por favor…
- Cierra los ojos.
- ¿Para qué?
- Ciérralos, confía en mí.
Los cerré y note como los brazos de Rubén me rodeaban suavemente por la espalda. Sentí algo frío y duro deslizándose por mi cuello. Era un collar. Rubén me lo ató.
- Quiero que lo lleves puesto siempre, pase lo que pase.
- Lo haré. ¿Puedo abrir los ojos ya?
- No. Solo falta una última cosa.
- ¿El qué?
Rubén puso su dedo índice encima de mis labios haciéndome callar. Entonces, sus manos fueron rodeando lentamente mi cintura y notaba su cuerpo más y más cerca del mío. Me besó.
- ¡Sandra! ¿¡Quieres venir de una vez estés donde estés!? ¡El autobús lleva retraso por nuestra culpa! -gritaba mi madre desde dentro mientras me buscaba con la mirada.
- Rubén yo... Debo irme.
- Lo sé... Adiós Sandra... Te quiero.
- Y yo.
Me dio un último beso y yo entré con la maleta de mi hermano.
- Lo siento mamá es que no encontraba la maleta de Diego.
- Bueno no pasa nada pero sube ya.
Subimos y el conductor me miró bastante mal. Miré los billetes. A mi madre le tocó sentarse con Diego y a mí sola. Bueno, eso creía hasta que encontré mi asiento. Me tenía que sentar al lado de uno de esos señores de setenta años y más de cien kilos encima. A él debían haberle dado dos billetes para dos asientos porque era prácticamente imposible sentarse a su lado. Cuando conseguí sentarme en el asiento de al lado de la ventanilla busqué con la mirada a Rubén. Él seguía afuera, mirando a cada autobús que pasaba. Al final salió el mío y me vio. Me dijo adiós y me lanzó un beso. Me pasé todo el viaje escuchando música y mirando por la ventana mientras pensaba en todos los momentos que viví aquel verano a su lado.
Cuando llegamos, tras quince minutos intentando incorporarme y pasar por encima del señor para lograr llegar a la puerta bajé. Cogí las maletas junto a mi madre y mi hermano y fuimos a la salida de la estación. Allí vimos a un hombre que se acercaba hacia nosotros.
- ¡Papá! -gritó Diego y echó a correr.
- ¡Diego pero cómo has crecido!
Hacía meses que no veíamos a nuestro padre por culpa de su trabajo pero ahora estábamos felices, ya que podríamos pasar hasta las navidades juntos antes de que empezara de nuevo a trabajar.
- Sandra cariño, ¿qué tal estás? -me dijo.
- Muy bien papá, ¿y tú?
- Bien, me alegro hija. Acompaña a tu hermano e id subiéndoos al coche. 
Le obedecí y me llevé a Diego. Miré hacia atrás y estaba besando a mi madre. Aún se notaba que estaban muy enamorados a pesar de todo.
- Sandra, te noto rara. ¿Te pasa algo? -dijo mi padre mientras conducía.
- Estoy bien...
- ¿Segura? Estás como triste y no deberías estarlo porque hoy o mañana mismo volverás a ver a tus amigos de siempre.
- Ya... Bueno no es eso... Déjalo.
Aquella tarde yo estaba cansada. Al llegar a casa me fui a mi cuarto a pensar en todo lo ocurrido. Me tumbé en la cama y comencé a pensar todas las cosas que pasaron en Málaga. Todos esos recuerdos que no se irían tan fácil de mi cabeza. Me noté en el cuello el colgante que me puso Rubén, que por las prisas del autobús ni me detuve a mirarlo. Lo cogí. Era precioso, era de plata y tenía forma de R. Después, me di cuenta de que tenía una chapita también de plata en la que había algo grabado. Ponía: "Te quiero..."
Una gran tristeza me invadió en ese mismo instante así que decidí encender el equipo de música para despejarme un poco. Puse Europa FM, pero no encontraba señal.
- Qué raro...-dije.
Sintonicé los 40 principales, pero tampoco me daba señal.
- ¿Pero qué pasa aquí?
Empecé a mover el botón hasta encontrar alguna señal pero nada. El equipo era nuevo y yo no vivía precisamente en una zona con muchos árboles para que no hubiera señal...

miércoles, 31 de agosto de 2011

Capítulo: 3

- ¿Qué?
- Que falta la maleta de tu hermano.
- ¡Diego! ¿Dónde has dejado la maleta?
- No lo sé... -dijo agachando la cabeza.
- ¡Muy bien Diego eh, muy bien! ¡Ahora a saber dónde puede estar! -le gritó mi madre.
- Mamá... No le riñas. Yo iré a buscarla, quédate tú con él. Seguramente la habrá dejado fuera porque cuando salimos del taxi aún la llevaba.
- Está bien hija, pero recuerda que el autobús sale a las once y son ya las once menos cuarto.
- Sí mamá.
Salí de la cafetería en busca de la maleta de mi hermano. Él era bastante descuidado en torno a lo que quiere decir estas cosas. Aunque también hacía lo mismo con la mayoría de sus juguetes, los perdía o los escondía y luego no se acordaba de dónde los había dejado. Fui recorriendo los pasos que dimos pero no encontré nada.

- Quizás alguien la ha cogido… -pensé.
Decidí ir a objetos perdidos pero no había nada. Quedaban aún diez minutos para que saliera el autobús así que salí afuera a buscarla. Aquella maleta era fácil de reconocer ya que tenía una pegatina de Spiderman en uno de sus lados. Aún así, allí no había ninguna maleta. Yo seguía buscando pero nada. 
De repente oí una voz.
- ¿Buscabas esto?
Era Rubén. Su voz la habría reconocido en cualquier parte. Estaba detrás de mí con la maleta de Diego y sonriéndome.
- ¡Rubén! Sí, sí la buscaba. Gracias. -le dije con una sonrisa.
Él se acercó a mí y me dio un abrazo muy fuerte. Casi me deja sin respiración.
- Sandra yo…
- Te voy a echar muchísimo de menos Rubén…
- Yo también a ti. Pero… Volverás, ¿no?. El verano que viene si eso…
- No…
- ¿No? -dijo Rubén con voz triste.
- No… La casa de mis abuelos la han embargado… Me temo que no voy a poder volver… Pero podemos mantener el contacto por el ordenador…
- Pero no es lo mismo Sandra… No voy a poder verte a través de una pantalla tan bien como te veo en la realidad.
- Ya lo sé Rubén pero es que yo no puedo hacer nada… Lo siento mucho enserio…
- No pasa nada… Sé que volveré a verte, iré hasta Madrid en las vacaciones de Navidad, convenceré a mis padres para ir.
- Ojalá puedas venir…
- Claro que podré. -me dijo con una sonrisa.
- ¿Me lo prometes?
- Te lo prometo.

lunes, 15 de agosto de 2011

Capítulo: 2

- Voy a echar muchísimo de menos todo esto...
- Yo también mamá... -dije.
- A todo esto Sandra, ¿te despediste ayer de tu amigo?
- Sí.
- ¿Y tú de los tuyos Diego?
- También.
Ese chico. Ese amigo por el que me preguntó mi madre se llamaba Rubén. Ese chico que fue el primero en acercarse a mí el primer día que llegamos a Málaga. Ese chico que iba a casa de mis abuelos todos los días a la misma hora solamente para pasar un rato a mi lado. Ese chico que me llevaba cada domingo por la noche a unos lugares que no eran muy conocidos pero que eran preciosos. Ese chico que me trataba mejor que ningún otro. Ese chico que conseguía que me sintiera única. Ese chico que se convirtió en mi mejor amigo en apenas una semana... Ese chico era Rubén. Por todo esto y más me costó decirle adiós. Pero, me fui sin decirle lo más importante. Me había enamorado de el. No quería decírselo por miedo a que me rechazara y también por Álvaro. Álvaro era mi novio... Llevaba con él más de un año y le quería pero, no conseguía hacerme tan feliz como lo hacía Rubén. Decidí no pensar más en todo aquello así que encendí mi Ipod, me puse mis cascos y puse la primera canción que estaba. A los dos minutos me llego un sms. Era de Rubén. En él ponía: ''Hola Sandra... Ayer cuando nos despedimos no fui capaz de decirte una cosa que siento desde que te conocí por miedo a lo que me responderías y por Álvaro. Pero no quiero que te vayas sin saberla... Te quiero.''
Una lágrima corrió por mi mejilla al oír aquello. Yo le quería y él también a mí pero no queríamos hacer nada por Álvaro. Yo me sentía culpable. Estaba enamorada de los dos...
Preferí no contestar a aquel mensaje porque si le decía la verdad se iba a poner triste y no quería que estuviera mal y si le mentía la que se iba a sentir mal sería yo...
Al fin llegamos a la estación de autobuses tras media hora de viaje. En ese viaje, eché la última mirada al precioso paisaje que tenía Málaga. Mi hermano estaba dormido así que mientras mi madre pagaba al taxista yo le desperté.
- Diego ya hemos llegado a la estación.
- ¿Ya...?
- Sí. Venga, sal. -dije sonriéndole.
- Gracias por traernos. -le dijo mi madre al taxista.
- De nada señora. Hasta pronto.
- Niños, vamos.

Diego y yo salimos del taxi, cogimos nuestras maletas y éste se fue. A continuación entramos a la estación de autobuses de Málaga.
- Sandra coge a tu hermano y llévalo a la cafetería que yo voy a coger los billetes, enseguida estoy allí.
Cogí a Diego y fui a la cafetería de la estación.
- Diego, ¿quieres algo para comer durante el viaje?
- Sí. Quiero un paquete de patatas.
Le pedí al camarero el paquete de patatas y una botella de agua. Llevé a Diego hasta una mesa y nos sentamos.
- ¿Y el paquete?
- Es para el viaje, ¿recuerdas?
- Pero yo tengo hambre ahora tata…
- Si lo comes ahora, más tarde tendrás hambre en el autobús. Tranquilo que luego te lo doy.
Mi madre llegó con los billetes. Se quedó parada mirando nuestras maletas.
- Falta una... -dijo.

domingo, 14 de agosto de 2011

Capítulo: 1

Era el último día de las vacaciones de verano y al día siguiente tendría que volver al instituto. Estaba algo nerviosa, ya que habría profesores nuevos y gente nueva como cada año.
- ¡Sandra baja que tenemos que coger el taxi!
- Ahora voy mamá.
Bajé a la cocina con mi maleta y la puse encima de una de las cuatro sillas que había.
- Que no se te olvide nada hija... Ah, y sube a llamar a tu hermano.
Volví a subir aquellas viejas escaleras que crujían bajo mis pies por cada paso que daba. Llegué a la habitación de mi hermano pequeño y le abrí la puerta.
- Diego, recoge todos tus juguetes que nos tenemos que ir ya. De mientras, yo te voy metiendo la ropa en la maleta. -dije.
- Pero es que yo no me quiero marchar tata...
- Ni yo pero mañana tienes que volver al cole. ¿No quieres volver a jugar con tus amigos?
- Sí pero... Es que me gustan más los que he hecho aquí...
- Jajajaja. Vamos Diego, que mamá nos está esperando. Y papá seguramente que cuando salga del trabajo irá directamente a la estación para vernos.
- ¿Y jugará conmigo cuando lleguemos a casa?
- Si recoges los juguetes sí.
- ¡Bien!
Le sonreí.
- Venga vamos, recoge.
Diego recogió todos sus juguetes bastante rápido, algo que me extrañó bastante en él. 
- ¡Niños! ¿Por qué tardáis tanto? ¡El taxista lleva media hora esperándonos!
- ¡Ahora bajamos mamá! -dije.
Metí su gorra de Spiderman en la maleta para terminar y cerrarla.
- ¡No! ¡La gorra no! Que la voy a llevar puesta.
- Jajajaja, está bien, toma.
Se la di.
- ¿Has recogido todo?
- Sí.
- ¿Estás seguro de que no se te olvida nada?
- Segurísimo.
- Bien, pues vamos abajo.
Cogí la maleta y sus juguetes y le dije que vendría detrás de mí.
- Diego, ten cuidado, no te caigas.
- ¡Que no me caigo! ¡Ya no soy pequeño! ¡Tengo cuatro años y medio! -dijo fallando la pronunciación de algunas palabras.
- ¡Es cierto Diego! ¡Se me había olvidado de que ya eres todo un gran hombre! ¡Mis más sinceras disculpas señor!
Mi hermano se empezó a reír, me encantaba aquella risa que tenía. Cuando llegamos a la cocina allí seguía mi madre.
- ¿Os habéis despedido de los abuelos?
- No...
- ¿Y a qué esperáis?
Diego y yo fuimos al salón donde estaban nuestros abuelos. Por desgracia, ya eran muy mayores y casi no veían nada. Les dimos besos y volvimos a la cocina. 
- No se os olvida nada, ¿no?
- No.
- Pues vámonos.
Mi madre abrió la puerta y salimos hacia el taxi, que estaba aparcado allí enfrente. Nos sentamos y el coche arrancó.